30/4/20

Histœrias diarias de cuarentena (39/40): Gargajos



Lo que aquí sucede, nadie puede pararlo. Pero quién querría pararlo. Lo que aquí sucede es algo grande, mucho más grande que cualquiera de las personas que participan en ello. Todos colaboran en el proyecto. Cada uno con lo que puede, sea grande o pequeño. Hasta el más mínimo granito de arena sirve, y nadie va a reprochar al otro por poner de menos.

Es el proyecto de vida de muchas personas unidas, todos en la comunidad dedican su vida al propósito conjunto. Quien tiene algo que ofrecer, lo ofrece. Quien no, dedica su tiempo trabajando allí. La mayoría hacen ambas cosas. Los quehaceres diarios son su supervivencia, pero su vida es el proyecto común. Se levantan excitados, con ganas de ver nuevos progresos, y el tiempo que no están en el recinto, lo pasan hablando con otros sobre su última colaboración, o fantaseando sobre cómo será todo cuando lo terminen.

Porque es un misterio. Saben que todo lo que hacen es para despertar al ser que vive encerrado en la roca. Pero poco más saben.

Siempre hay alguien circulando entre los alambiques que pueblan el recinto, encendidos sobre su fuego perpetuo. Entre los vapores y la condensación, y la sensación constante de estar dentro de una cocina. Fuera hace frío, pero dentro hace calor. Sobre los recipientes vacíos que esperan en las encimeras, los visitantes van depositando sus sacrificios. Lágrimas, restos de la cena de anoche, un regalo de una persona que ya no está, sangre. Después los voluntarios del recinto los recogen y los tratan.

Hay un fuerte sentimiento de unión entre todos. Ahora tienen algo a lo que agarrarse. No una seguridad, pero sí una esperanza. Si todo sale bien, este proceso conjunto, este ser pétreo al que dedican su tiempo y sus obras, puede convertirse en salvación. Y esa unión comunitaria es magia, algo que, sin importar el resultado final del proyecto, ya está operando en ellos.

Todos los que participan en el proyecto forman parte de la magia. Están imbuidos en ella. Pero Nicolav no. Nicolav recela de todo. Nicolav recela porque siente que toda la comunidad se está agarrando a un clavo ardiendo, y que el experimento puede, perfectamente, salir mal. Puede que no ocurra nada, y el ser desconocido siga durmiendo para siempre. O puede que las consecuencias sean inversas a las esperadas, y más que un salvador, encuentren un tirano. Ha tratado de hablar varias veces con otros miembros de la comunidad, pero siente que sus inquietudes causan rechazo instantáneo entre los demás, de modo que termina callándose. Incluso Alicia, que siempre había confiado en él, recela de su compañía en las horas de comida.

Aún va más allá. Su recelo inicial le ha llevado a la sospecha continua. Rumia su descontento consigo mismo, y cada fractura que encuentra en el sistema, le hace reforzar su opinión. Permanece siempre atento a cualquier fallo que pueda encontrar, para entregarse al extraño placer de aumentar la desidia contra aquello que se detesta. Encontró de esta forma que, a pesar de la alabanza masiva al sistema, individualmente muchos buscan formas de sortearlo. Descubrió que dos chicas, de las más plañideras y orgullosas de las lágrimas que llevaban, suelen rellenar sus aportes con aguas residuales. Que un viejito que entrega la tierra bajo sus uñas después de haber estado escarbando con sus manos desnudas durante horas, entrega sencillamente tierra. Que en vez de carne, muchos ofrecen plumas; en vez de sangre, agua teñida con vino; y en vez de vino, gargajos de agua y amapola.

Nicolav no ha compartido sus inquietudes con nadie esta vez. En parte porque dentro de su odio, espera ver al sistema caer por sí mismo, y deleitarse con ello. Pero en parte también porque no puede negar la existencia de la magia, y su influencia en la comunidad es algo incontestable. La magia funciona. La comunidad funciona. Todo se basa en una mentira, y aún así, de un modo pérfido, funciona. Y esta idea tan perversa le produce un placer que no es capaz de describir. Un placer que puede ser la anticipación de la caída del sistema, o la fascinación de que un castillo tan inmenso pueda mantenerse imponente y enhiesto a pesar de no tener cimiento alguno.


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