1/4/20

Histœrias diarias de cuarentena (21/40): Llegar lejos


Así, sentado como estoy, semirecostado en el respaldo, levanto, para mirarla, mi mano derecha. Arranco con delicadeza el dedo índice, y lo coloco en el suelo, justo delante del pulgar de mi pie derecho. Uso mi pulgar para empujar mi índice unos centímetros hacia delante. Me arranco la oreja izquierda y la coloco en el hueco que ha quedado, entre mi índice y mi pulgar. Y de nuevo uso el dedo gordo de mi pie para empujar la oreja, que empuja mi índice, dejando un nuevo espacio para mi recién amputada nariz.

Voy haciendo lo propio con los dedos de la mano izquierda, y, cuando la mano ya está vacía de dedos, con mi antebrazo. La mano derecha me la reservo para poder ir arrancando otras partes de mí.  Así voy añadiendo mi lengua, mi ojo derecho, ambos riñones, todas las costillas, la pierna derecha (previamente despiezada), el esternón, la columna vertebral y los huesos del cráneo. Todos formando una fila cada vez más larga, con mi índice al frente y mi dedo gordo del pie derecho empujando desde atrás.

Aún necesito un poco más de distancia, así que saco el corazón y arrastro con él mis arterias y venas. Tengo que hacer trenzas con ellas para que no se doblen cuando las empuje con mi dedo gordo del pie derecho. Mi intestino delgado lo lleno bien de bilis, linfa y líquido encefaloraquídeo, todo a presión, para lograr que se mantenga erguido.

Ahora sí, logro que esa fila sea lo bastante larga. Y así, sentado como estoy, semirecostado en el respaldo y alineado a lo largo del suelo, logro que mi dedo índice se extienda bien lejos, para llegar hasta el mando de la tele, y cambiar por fin a otro canal.

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