17/4/20

Histœrias diarias de cuarentena (33/40): Charlestón


El Maestro de Ceremonias está enfadado. Cuando se enfada, bebe y golpea todo a su paso. Hoy ha venido poca gente al circo, por eso el Maestro de Ceremonias está tan enfadado. Y ya llevamos varios días de mala racha consecutivos; por eso bebe y golpea todo a su paso. Ahora mismo le echa la culpa a Lilo, el domador. Un tipo orondo y bonachón, que mira tímido al suelo mientras el Maestro carga contra él. La culpa es de los animales, dice, de tus sucios animales. La gente ya no viene a un circo con animales. Los tiempos cambian. La gente ahora piensa de un modo distinto. El Maestro le dice a Lilo que va a echarle del circo, le grita que le va a encerrar en una jaula con todos sus animales, a ver cómo le comen a él, o cómo se comen entre ellos, porque es lo único que puede hacer con él ahora. El domador mira al suelo compungido.

Yo entiendo a la gente que no viene al circo por los animales. Quizá soy de una generación distinta a la del Maestro. Quizá, al no ser director del circo me puedo permitir pensar cosas que él no. Yo entiendo a la gente que no viene al circo por los animales, pero ellos no nos entienden a nosotros. Claro que no debemos traer más fieras salvajes aquí, pero qué hacemos con los que tenemos ahora, qué hacemos con los que nacen aquí. Yo vine al mundo el mismo día que Charlestón, el león más joven. Y desde el primer día estuvimos juntos. Fuimos compañeros de aventuras y juegos. Hemos crecido como hermanos, nos conocemos y queremos. Confiamos el uno en el otro. Más de una vez me ha defendido de los peligros de la vida errante y yo siempre he velado por su seguridad.

Yo sé que el Maestro no habla en serio cuando dice que se librará de Lilo y los animales. Son familia. El Maestro puede ser muy vehemente, pero también tiene empatía, y sabe mantener la cabeza fría cuando ha de hacerlo. Dice que el circo ha cambiado más en la última década que en los anteriores noventa años, y que empieza a estar cansado.

Por cierto que ni yo, ni nadie en el circo conoce la edad del Maestro de Ceremonias. Está en el circo desde siempre, y se mantiene siempre con el mismo aspecto. Todos dicen que cuando se enrolaron en el circo, el Maestro era el hombre que estaba allí desde siempre. Ni siquiera la Pitonisa, o el Viejo Nigromante le han conocido más joven o más anciano.

Aunque los tiempos cambien, el Maestro tiene la experiencia del mundo. Cuida de nosotros, por eso le seguimos. Cuida de la familia. Porque aunque ninguno tiene una relación con ningún animal como la que tengo yo con Charlestón, son familia. Son para nosotros lo que un gato o un perro son para un urbanita. Nos desharemos de nuestras fieras cuando ellos se deshagan de las suyas.

Claro que los animales son trabajadores en el circo, porque todos lo somos. Hasta los niños trabajan aquí. Los animales son iguales a nosotros en todo. Viajan en sus vagones como nosotros, tienen las mismas comidas diarias que nosotros y gozan de nuestras mismas libertades. Cuando acampamos lejos de centros urbanos, no sería raro encontrarse con un elefante caminando por el trigal sin vigilancia, o un tigre trepando por un camión abandonado.

Yo suelo viajar con Charlestón en su misma jaula. Ambos lo preferimos. Él viaja más tranquilo así. Además, su jaula es un poco más grande que la mía, y más cómoda. Mientras el tren nos lleva, yo levanto un poco la tela que cubre su jaula para que pueda ver el mundo y nos de el aire en la cara. Mi jaula apenas tiene un ventanuco, estoy mejor aquí. Estamos bien aquí guardados. Esperando en conserva. Esperando a que el público llegue y nos de un sentido. Mientras tanto le hablo a Charlestón sobre una posible vida fuera del circo. Me pregunto si para él sería posible sobrevivir en otro lugar. Sé que para mí no. He nacido aquí y no conozco otra vida más allá de la jaula y la arena. No tengo cabida fuera del circo. Soy tan bueno en lo mío como inútil fuera de aquí. Creo que a él le ocurriría lo mismo. Pero me gusta contarle esas historias.


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