20/4/20

Histœrias diarias de cuarentena (34/40): Figurines


Nuestras cosas son más listas que nosotros, porque se saben inútiles. Aquí todo cobra más valor cuanto menor es su propósito.

El taller de Fiona es un diminuto recinto donde se apila todo. Montañas de toda clase de objetos que ella ha ido recogiendo de vete a saber dónde, y que ahora descansan allí, bajo la trémula luz, siendo nada, a la espera. Hasta que en algún momento la mano de Fiona se alargue a coger alguno. En su taller ella los modifica, los combina con otros y crea figuras extrañas e irreales.

En un principio, huyendo de la funcionalidad, Fiona había empezado fabricando figuras con pretensión ornamental. Pero pronto entendió que lo ornamental también una forma de utilidad. Así que se fue encaminado hacia  construcciones que andaban entre lo azaroso y el feísmo. Algo que pudiese ser cualquier cosa, pero jamás fuese ninguna. Algunas de sus figuras las tira, otras las deja perdidas por su almacén. De modo que nuevas cosas se van acumulando sobre ellas, hasta que un día su mano las recoja otra vez, se modifiquen, se junten con otras partes y se conviertan en una nueva figura.

Luis pasa mucho tiempo en el taller de Fiona. Mira las figuras que ella ha fabricado. No las observa, sólo las mira, pero se pasa horas mirándolas. Ella nunca les pone título a sus obras terminadas. Él lo hace por ella.

— "Tetera cuneiforme". "Puercoespín dinámico"

—  Sabes que cuando les das un nombre, les estás dando una importancia que yo jamás pretendí que tuviesen.

— Es mi pequeña contribución a tu obra, termino de terminarla.

— Lo mío ni son obras, ni están terminadas.

Para Luis, ponerles nombre institucionaliza el sentido de inutilidad que ella quiere darle a sus figuras. Para ella, es darle una importancia que no tienen, y traiciona directamente su idea original de crear algo que no sea nada. Pero le halaga que Luis se tome la molestia de hacerlo.

— En cualquier caso, cada vez que recoges algo del suelo, cada vez que lo guardas, lo usas y lo manipulas, estás convirtiendo en útil algo que pertenecía a la basura.

La búsqueda de la inutilidad es infinita. A lo largo de muchas conversaciones alrededor del concepto, ambos han llegado a esa misma conclusión. Plantar un árbol es, en cierto modo, inútil. Observar el correr de un río es inútil. Pero lo son de distinto modo. Hay grados en el utilitarismo. Para Fiona, dedicarse a sus figuras es un modo estimulante de desarrollar la inutilidad. Claro que Luis le picará siempre con que si es estimulante, ya sirve para algo. Fiona sabe que hacer algo que no lleve a ningún fin y que encima sea desagradable, es de un masoquismo que rompe la barrera de lo absurdo.

Tampoco considera que sus figuras sean un hobby. Si bien es condición necesaria que un hobby sea inútil, en lo que ella hace hay un buscar más allá. Para Fiona la búsqueda de lo improductivo es más importante que lograr el entretenimiento o la satisfacción personal.

Tanto Fiona como Luis saben que son buenos en la búsqueda de lo inane, con todas las dificultades que ello entraña. Discutir sobre la inutilidad es ya de por sí inútil y se pasan horas haciéndolo. La misma frase "Voy a hacer algo inútil" encarna una paradoja inevitable: o bien una acción sirve para algo, o bien es útil en su función de recrear la inutilidad.

Y sin embargo — esto también lo saben ambos — no es un camino perdido, más bien es una búsqueda similar a la de buscar la perfección. Inalcanzable, pero todo paso en pos de ella es siempre un avance. Una línea hacia algo. Acaso, hoy en día, la única que merece la pena recorrer.


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