29/3/20

Histœrias diarias de cuarentena (18/40): Un error


Que solo me quedaban 48 horas de vida, es algo que descubrí exactamente en el mismo momento en el que comprendí lo que significaba el tiempo. Al nacer no conocí a mi madre ni a mi padre. Eso me desanimaría después; tener información precisa sobre mi ascendencia habría aclarado muchos asuntos que ahora quedarán para siempre en el terreno de la especulación.

Comprendí también que yo era especial, y que eso, aquí, significaba estar solo. Todos los demás a mi alrededor habían nacido con las capacidades justas y necesarias para efectuar la tarea para la que habían sido creados. No puedo conversar con mis semejantes. La única respuesta que obtengo de ellos es que me enuncien su tarea programada. "Transportar" o "Construir" en la mayoría de los casos. "Ensamblar" algunas veces. "Replicar" las menos. Eso no es conversación. Trabajan a destajo en un proyecto que me resulta por completo incomprensible. No se detienen por nada. No responden a ningún estímulo. Por lo demás, en el exterior son iguales a mí. Es una compañía para la que más convendría estar solo.

Yo no tengo una tarea programada. Tengo comprensión, juicio y capacidad para relacionar lo que hay a mi alrededor. Soy un error. Único entre miles, si me guío por lo que puedo ver. No hay signo alguno de otra inteligencia similar a la mía. Soy un fallo de la función "Replicar". Si supiese algo de mis progenitores, podría entender el alcance de este error. Saber algo de mí.

Tengo la capacidad para comprender el mundo, pero no el tiempo que sería necesario para hacerlo. La atmósfera aquí es tan agresiva que solo duramos 48 horas antes de descomponernos. Quizá haya un diseño inteligente en el hecho de que no haya ningún tipo de víveres o mantenimiento; vamos a morir igualmente. No se pierde tiempo en nada que no sea trabajar. Para comprender este mundo debería poder experimentar en él. Y para ello necesito tiempo. Un tiempo del que no dispongo.

Otro argumento que me da pie a pensar que mi existencia es un error es la cuestión adaptativa. En este lugar, tener consciencia no supone ninguna ventaja, sino todo lo contrario.

Dado que no comprendo este mundo, no puedo seguir sus reglas. Cada acción mía es, por tanto, expandir el error. Cabría preguntarse si esta propagación es buena o mala. Útil o inútil. Pero para ello habría que comprender el gran esquema de las cosas; qué es este lugar, a qué sirve, a quién sirve.

Conjeturo que, si el error que me ha producido ha sido posible, será posible también que se repita en algún momento. Quizá cada muchos años, quizá solo cada 48 horas. Yo no dispongo de tiempo, pero si sumo el mío al de los demás errores que vayan surgiendo detrás de mí, quizá pueda, alguno, en algún momento, comprender, actuar.

Me quedan doce horas. Voy a escribir todo lo que sé. Tengo que crear un lenguaje claro, que pueda ser entendido incluso por quien no haya leído nunca. El lenguaje es el arma más poderosa que tengo aquí, porque es más poderosa que el tiempo. Así pasen mil horas, mis palabras quedarán. Voy a escribir todo lo que sé. Tendré un legado, el error no quedará en una mera anécdota.

A menos, claro, a menos que todo lo que creo saber sea, a su vez, erróneo.

0 comentarios:

Publicar un comentario