Parque público. En frente, unos edificios del gobierno.
Entra JULIO. Lleva una maleta que transporta con mucho cuidado. La deja en el
suelo y la abre. Saca de ella una esterilla de bambú y la desdobla. Sus
movimientos son cuidadosos y lentos, no le importa dilatarse en el tiempo. Saca
dos tazas de té y las coloca a la derecha de la esterilla. Se preocupa mucho de
que todo quede simétrico. Saca un termo y lo coloca a la izquierda de la
esterilla. Mira a su alrededor para comprobar que nadie le observa. Saca una katana
pequeña y la coloca al frente de la esterilla. Mira la hora y a su alrededor. Saca
una katana grande y la coloca a un metro por detrás de la pequeña. Será la que
use su compañero para cortarle la cabeza y evitarle más sufrimiento cuando e´termine su ceremonia del harakiri. Mira de nuevo la hora, y busca a su
alrededor. Cierra la maleta, la pone de pie y se sienta sobre ella. Mira alternativamente
al suelo, a su reloj y a los edificios gubernamentales de enfrente. Detiene la
acción para servir un poco de té del termo en ambas tazas. Después, vuelve a su
espera. Se levanta y comienza a caminar en círculos alrededor de sus cosas. Se
detiene. Echa una última mirada a su alrededor. Se sienta sobre la esterilla de
bambú. Vuelve a colocar la maleta en horizontal. Con resignación, saca una
bolsa de ella. Saca de la bolsa dos rebanadas de pan y una tarrina de
mantequilla. Desenvaina la katana pequeña, y la usa para untar mantequilla en
las rebanadas de pan. Come pan y bebe té. La katana quedará sin envainar en el
suelo, se pierde la simetría. Lo mismo ocurrirá con las tazas según beba de
ellas, y la esterilla quedará arrugada. Todo el suelo lleno de migas de pan.
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