28/4/14

El hombre que revolucionó el séptimo arte


Recorte de la entrevista a Arturo Blanco Arroyo, “El hombre que revolucionó el séptimo arte" para la revista ‘Doce Lunas Rojas’ en septiembre de 2006, es decir, seis años antes de que inventase el cine fragmentarista, y seis meses después de su primer gran logro cinematográfico:



Unos tímidos golpes en la puerta de la habitación donde nos hemos citado nos anuncian la llegada de Arturo Blanco. Nadie diría que el sujeto larguilucho, delgado y calvo que sonríe nerviosamente en el umbral es una de las mayores figuras de la historia del cine. Evita mirarnos a los ojos mientras se dirige tímidamente al asiento que tiene reservado.

Mantiene la vista distraída y ausente, mirando hacia ambos lados, arriba y abajo mientras habla, pero cuando escucha fija a través de los cristales de sus gafas sus ojos oscuros en el interlocutor, casi sin parpadear, atento al más mínimo detalle. Charlamos un rato con él y se nos muestra como una persona afable y humilde a pesar de su alto estatus. Una vez que hemos cogido confianza mutua, comenzamos la entrevista:


Vale ¿Está grabando ya? Pues... ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí... bueno, pues eso, que no, yo nunca me había dedicado al mundo del cine, veía películas de vez en cuando, claro, como todo el mundo, pero nunca he sido un gran entendido ni nada. Simplemente un día se me ocurrió una idea para una historia mientras estaba en la oficina, y decidí escribirla en cuanto llegase a casa, pero una vez allí no me salían las cosas, no conseguía poner con palabras lo que veía en mi cabeza, es que yo soy de números ¿sabe? Desde pequeñito. Cinco años llevo trabajando de contable... desde que... Vale, perdón, sigo. Entonces llamé a un amigo que le gusta mucho escribir y me dijo que si era capaz de visualizarlo pero no de escribirlo entonces igual lo que tenía que hacer era un corto cinematográfico.

La idea me pareció muy original y parecía divertida, así que empecé a escribir un guion y ahora sí, imaginándomelo las cosas salían mejor... ¿Le importa que fume? Ah, ya, claro... no, no se preocupe, no se preocupe. Vale, como decía las palabras salían mejor, salían tan bien, que en vez de sólo escribirlo y ya está se lo enseñé a unos amigos y les convencí para que lo grabásemos. Yo me quedé como director y cámara, usamos la cámara de Nacho que le trajeron los reyes, porque a mí no se me da nada bien actuar, y ellos... bueno tampoco son nadie famoso, pero le ponían ganas, y nos echamos muchas risas, y en un par de días teníamos todas las tomas hechas. Luego me puse yo con el ordenador a juntar los trozos, quitar lo que no valía, poner la música y todo eso, que es un proceso larguísimo, pero me lo pasaba bien también, y se lo mandé por internet a todo el mundo que conocía en plan: “mirad que guays somos, mirad qué corto hemos hecho".

Y de repente uno de ellos, un amigo que hacía años que no hablaba con él, me devuelve el correo y me dice que eso está muy bien, que lo ha visto un colega suyo que estudió comunicación audiovisual y que está metido en el mundillo y que le había parecido... ¿Qué palabra fue la que utilizó? Ah, sí, “sublime". Le pareció sublime y si yo le dejaba iba a hacer unas llamadas a gente que conocía. A mí me pareció que era una coña ¿no? Pero le dije que vale porque quería ver a dónde llevaba todo eso y además mi amigo siempre había sido un buen tío y no le haría una putada gorda... perdón, eso no puedo decirlo ¿no? ¿Ah, sí? Bueno, igualmente intentaré que sea la última... Pues eso, que él nunca haría daño a una mosca y en el mejor de los casos nos echaríamos unas risas.

Total, que a la semana me llaman y me dicen que me han conseguido colar en un festival que se llama Curt Ficcions y yo flipando porque insisto, no soy más que un contable, no se casi nada de la gran mayoría de las cosas, no leo más de tres o cuatro libros al año, escucho la música que ponen en la radio y al cine voy como mucho un par de veces al mes... soy un tío sencillo, y me iba a rodear de la creme de la creme de la intelectualidad barcelonesa.

Pero aun así decidimos animarnos, así que nos cogimos el coche y nos subimos a Barcelona. Claro yo llegué al festival sin conocer a nadie. Fui con dos amigos con los que había rodado, pero a parte de ellos no conocía a nadie, y toda esa gente imponía mucho, y se notaba que nosotros no encajábamos allí, así que nos quedamos en nuestro sitio al final del todo, sin hacer mucho ruido ni llamar demasiado la atención. Hubo un momento, después de estar mucho tiempo allí que nos preguntábamos para qué habíamos ido, y de hecho yo llevaba un rato dándole vueltas a la idea de largarnos, pero me daba vergüenza porque no quería que nadie pensase que les estábamos haciendo un feo, ni que era una falta de respeto ni nada. Entonces de repente nos iluminan con unos focos y dicen el nombre de nuestro corto y la gente empieza a aplaudir y Javi me da un abrazo y me dice “¡Hemos ganado, tío, hemos ganado!" Y me levanto y me dicen que tengo que subir a la tarima a recoger el premio y dar un discurso, así que llego a la tarima tambaleándome y con visión de túnel, porque estaba muy nervioso. Estaba tan nervioso que no sé ni lo que dije, porque no tenía ningún discurso preparado, porque en realidad el corto no decía nada y... en fin, nunca pensé que tuviésemos ninguna oportunidad de ganar... Creo que todo lo que dije fueron agradecimientos a toda la gente que conocía, pero... no sé, ahora lo recuerdo como si sólo hubiera soltado balbuceos... estaba muy, muy nervioso... ¿Puedo tomar un poco de agua? Gracias.

Bueno pues después de la entrega de premios se me acerca mucha gente que quería hablar conmigo. Decían que yo era un genio y que había revolucionado el cine. Yo les sonreía y les decía que sí, y que gracias, y luego que en realidad no, que no era para tanto, pero sobre todo procuraba no hablar mucho, porque aunque aún no terminaba de creérmelo, me daba miedo que decidiesen quitarme el premio, porque yo sabía que no me lo merecía.

Y luego se me acercó aún más gente, algunos querían un autógrafo, también había abogados y representantes que querían que me asociara con ellos para que no abusasen de mi trabajo. Y críticos que vertían sus opiniones a grito pelao entre el barullo del gentío. Y periodistas que me hacían mil preguntas que no alcanzaba a oír o no me daba tiempo a responder. Y un par de representantes de estudios de cine que querían que yo participase en sus nuevos proyectos. Y también un señor que me ofreció comprar el corto por una pasta para reeditarlo y remasterizarlo, y gente que me decía que no lo hiciera porque si no se perdería la esencia. Y cámaras de fotos y de vídeo, y más gente, y flashes, y focos.

Yo le decía a todo el mundo que sí, y que ya hablaríamos más detalladamente, porque estas cosas tengo que verlas en frío, porque si no me lío y no sé lo que firmo y lo que no. Bueno, menos los autógrafos, claro, los autógrafos sí los firmaba en el momento, aunque nunca sabía que poner, y me daba vergüenza poner solo mi firma, pero había tanta gente que al final no había más remedio. Además me dieron un montón de tarjetas. Tantas que al final no sabía dónde guardármelas, no me cabían todas en el bolsillo y tuve que pedir a Javi y a Nacho que se quedasen con un taco cada uno. Estoy seguro de que perdí más de una y más de dos aquella noche, pero da igual, porque luego tampoco pude llamar a la mayoría de las que me quedaron.

Lo estuvimos celebrando toda la noche. A la mañana siguiente nos despertamos por un lado extasiados, pero por otro no entendíamos lo que había pasado y no sabíamos qué hacer ahora. Salimos a la calle y había gente que me reconocía y me saludaba y me daba la enhorabuena y decían que el corto les había encantado. También vimos que nos nombraban en la mayoría de los periódicos, algunos incluso en la primera página, así que los compré todos para tener un recuerdo. Era como una especie de sueño. Y al final del día ocurrió lo más sorprendente: me llamaron para decirme que contaban con nosotros para el festival de Cannes.

Luego pasaron dos meses entre llamadas, papeleo, preparativos, varias entrevistas y muchos nervios. Yo estaba más asustado que en toda mi vida. No sabía si me aterrorizaba más la idea de que nos acabasen echando del festival a patadas o de que me diesen otro premio. Fueron días horribles, por las noches en vez de dormir me pasaba las horas dando vueltas y vueltas en la cama, y por el día estaba cansadísimo, y con ojeras, y muy irritable, y no era capaz de hacer nada; y en el fondo, una gran parte de mí estaba deseando que me llamasen de Cannes y me dijesen que no nos molestásemos en pasarnos por allí, ni por ningún otro festival de cine jamás.

Y por fin llegó Cannes, pero ahí yo ya estaba mucho más preparado, por la experiencia anterior y porque ya sabía a lo que iba, y ya tenía a un abogado y un representante para ayudarme. Y me había leído varias críticas en revistas y en internet y me empezaba a hacer una idea del enorme impacto social que estaba teniendo el corto; y no conseguía entender por qué, porque yo no había hecho nada más que un simple corto casero y todo el mundo lo calificaba con palabras que no había oído en mi vida y le atribuían sentidos y significados en los que ni siquiera se me habría ocurrido pensar aunque los hubiera tenido en frente de mis narices. Tengo... tengo aquí en el bolsillo una que leí hace poco y que me guarde por si... espera un segundo que la encuentre... aquí está mira: “Una metáfora de la vida, una impecable alegoría del ser humano. Su aparente sencillez contrasta violentamente con su profunda complejidad en una dicotomía salvaje. Te abre al alma de par en par, adentra en lo más profundo de tu ser. Todo el mundo se conoce un poco mejor después de haberlo visto".

Yo... os aseguro que el corto que yo escribí no hacía todo eso. Una vez dos personas se pusieron a discutir delante de mí sobre si una de las escenas era un burdo plagio a Kafka o por el contrario una magistral referencia a la obra de Kafka. No supe cómo decirles que yo en mi vida había estado a menos de cinco metros de nada que Kafka hubiera escrito. Pero habría dado igual, si alguna vez trataba de explicarle a alguien lo de que en realidad yo no había hecho nada, ellos respondían con que la obra había conseguido sublimar al creador. Sublimar al creador: lo cual aparentemente aumentaba aún más mi genialidad. Y así llegué a Cannes, ahora todo el mundo me conocía y me saludaban casi como si yo les conociese a ellos, y en la alfombra roja se me acercaron periodistas y me hicieron mil preguntas y tuvo que venir uno de seguridad a decirme que teníamos que seguir andando porque obstaculizábamos el acceso a los demás.

Esta vez nos sentaron delante, al lado de varios famosos, incluso había momentos en los que parecía que les eclipsaba. Aunque yo seguía con la misma sensación que tuve en Curt Ficcions de que no pintábamos nada allí y tarde o temprano alguien acabaría dándose cuenta. Aun así, después de toda la expectación que habíamos creado, no fue tanta sorpresa cuando nos dieron la palma de oro al mejor cortometraje. Esta vez sí que tenía un discurso preparado y todo eso, aunque me volví a poner muy nervioso en la tarima, y a balbucear, y a sudar muchísimo con el esmoquin y los focos, pero no parecía importarle a nadie, y todos me aplaudían aunque tartamudease o no se me entendiera bien lo que decía.

Después de la entrega de premios empezó a ocurrir algo increíble. La gente se me acercaba y me llamaban cosas como “el gurú del cine contemporáneo" o “el hombre que revolucionó el séptimo arte" y cosas por el estilo. Había quien aseguraba que mi corto les había cambiado la vida. Una mujer me contó que había viajado cincuenta y seis horas en coche sólo para poder tocar la mano que había escrito el corto; mi mano.

Luego los había que se ponían a hablar de política y filosofía y economía y literatura y desarrollaban grandes ideas y citaban a los grandes pensadores en largas retahílas y yo me limitaba a asentir, y a tratar de aprender algo. Sí, en serio, no lo digo por quedar bien, trataba de aprender algo porque sabía que toda esa gente sabía mucho, pero me era imposible porque no entendía casi nada de lo que decían. También pasé por el peligroso trago de que me preguntaran que qué tenía planeado para mi próximo corto y tenía que decir que aún nada, porque era cierto, no tenía ninguna idea nueva, nunca he sido un hombre de grandes ideas, solo había tenido una en la vida que parecía haber dado en una diana que yo no alcanzaba a ver, y estaba seguro de que como todo el mundo me tenía en un altar, cualquier cosa que hiciese ahora iba a ser una gran decepción para todos, así que de momento no me atrevía a hacer nada.

Pero lo peor era sin duda cuando hablaban conmigo sobre cine, porque ahí sí que todo el mundo debía esperar de mí una opinión erudita y fundada, pero yo no conocía la mayoría de las películas de las que ellos hablaban, y aunque lo hiciese, soy de los que siempre confunden actores y directores y nunca estoy seguro de quién hizo qué, porque no soy nada bueno para los nombres. Entonces me pasaba dos minutos hablando, pero sin decir nada en realidad, todo el rato esperaba que de un momento a otro alguien dijera algo como “¡Este tío es un fraude!" pero nadie lo decía nunca. No solo eso, sino que a los dos días me encuentro un artículo en el periódico que habla sobre mí y que defiende que para volver a la auténtica esencia del arte es necesario estar completamente vacío de conocimientos de arte, y que es el único modo de no verse influenciado por los grandes maestros y poder conectar auténticamente con el artista interior, alcanzando así una originalidad completa. A la semana siguiente hubo una desmatriculación masiva de alumnos de bellas artes.

Entonces me di cuenta de que, haga lo que haga, es imposible que yo defraude a nadie a estas alturas. Hiciera lo que hiciera siempre me alabarían. Cualquier error sería considerado como algo típico de la mente del genio y eso en parte era un alivio, porque me libraba del estrés de ser juzgado constantemente por miles de personas que ni me conocían. Pero al mismo tiempo me molestaba, me daba rabia; porque eso significaba que en realidad nadie me escuchaba, simplemente veían lo que querían ver y oían lo que querían oír. Yo soy un genio y mi corto es lo mejor que han visto en sus vidas; cualquier cosa que se saliese de ese esquema era ignorada o reinventada para que se ajustase al esquema. Era algo irritante, a veces me lo imaginaba como una burla constante.

El summum llegó cuando fui elegido indiscutiblemente persona del año por la revista Time. ¡Y estábamos aún en junio! Era estúpido. ¿Daban por hecho que era imposible que nadie hiciese un logro mejor? ¿Y si a alguien se le ocurría descubrir la vacuna contra el cáncer, o los científicos del CERN encontraban el origen del universo o...? ¿Tan ridículo era? Perdón es que este tema me... en fin... ¿puedo tomar un poco más de agua? Gracias.

Bueno, pues todo esto... la entrevista, digo, era para... creo que me he explayado más de lo que debería, porque en realidad lo único que quería era contar toda la historia para que la gente supiera... para que todos pudieran formarse una opinión, que todo el mundo comprendiese que quizá lo único artístico del corto que hice es demostrar cómo algo tan sencillo como esto podía impresionar a algunas personas y luego hincharse y mitificarse y con la publicidad y los medios y que nadie se parase a pensarlo en serio, y se volviese algo enorme con muchas cosas que no son suyas en realidad y que probablemente no se merece pero... No sé expresarlo bien, no consigo explicarme, pero he estado pensando, y ya he empezado a preparar un nuevo corto para que todo el mundo comprenda; es necesario que todo el mundo lo entienda. No puede seguir así. Bueno... creo que eso es todo, ya puedes... ya puedes apagar la grabadora. Muchas gracias.




7 comentarios:

  1. Vamos. Tu si que eres genial. Ahora mismo estoy en un estado de confusión mental muy preocupante. Arturo Blanco Arroyo no existe ¿verdad? porque yo me lo he creído todo a pies juntillas y estaba deseando que me dijeras dónde podía ver el corto. La entrevista es buenísima pero imagino que ficticia ¿o no? Llegarás lejos. Por cierto, yo también en cierta ocasión escribí un relato un tanto surrealista y vino un primo mío - que es escritor- y me dijo: "la metáfora es perfecta", y yo no me atreví a decir ¿qué metáfora? Me alegro de leerte de nuevo.

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  2. Me gusta mucho tu creación, el personaje tiene cierto carácter de inocencia, ingenuidad, es modesto y le has conseguido dar un aire de frescura y naturalidad a su entrevista y a su personalidad que inevitablemente te hacen sentir aprecio y por qué no admiración por el protagonista.
    Un gran relato Ehse.

    Un beso!

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  3. Increíble como has podido meterte en la piel del personaje, lo has estudiado muy bien.

    Famoso por accidente?

    Besos Calados.

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  4. No hay nada más interesante que dar en la tecla por accidente, ¿verdad?

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