21/2/13

Química

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Si tuviera más plata sería el soltero de oro para esa rubia platino que hace que me falte el oxígeno. Por ella voy con voluntad de hierro, hago el indio y me anuncio hasta en la radio, para que se fije en mí como en un letrero de neón. Soy yo, el chico de los cabellos rubidios, sólo con mirarte, lurio me quedo; te saboreo, te paladio, descubro motivos para sacar berilio a cada emanación del ilegalio amor de un caminantec necio. Perdona, creo que a veces me enrodio demasiado.

I love you, so dont zinc about it, y dame un beso, diosa, femme fatalio nominada al Oscar. Ni que lo que pido fuera demasiado, pero he gastado cada recurso, hasta todos mis ahorros, hasta el último cromo por tenerla, mi suplicio de Tántalo, mi amor plutonioco, mi iridio imposible. Me marea como un canuto de hassio, me deja terbio de mente y desde entonces no se me aluminio la bombilla.

Mi deseo grande como un titanio de ser tu niobio, sin hacer de esto un circo ni otro antro más de mala muerte bajo luces fluorescentes. A tu lado dejo de ser huranio, te imagino junto a mí, escandio champagne en una copa de vitrio de bohemia y brindamos por mi premio nobelio a quererte demasiado

Cloro que la amo y nunca cesio en mi empeño de conseguirla. Pero no está conmigo, desde el principio me huhelio que esto acabará mal. Por ella zufre mi corazón, yo doy todo por volver a verla y me enciendo como un fósforo, me estroncio y me encarbono por cualquier cosa cuando no está conmigo; condenado al fracaso como un radón en una ratonera. Me siento estaño, su ausencia me da ascob, alto lo grito, equivale a estar solo por completo. Si no pierdo la cordura es porque todavía queda algo de esperanza: a veces se le niota que algo me quiere y no hace falta ser un genio como Albert Einstenio para darse cuenta de ello.

Camino descalcio, lo corroboro, me estoy volviendo loco, siempre erbio de su perfume desbario pensando en ella; esto es el kholmio de un amor letal como el arsénico, tan inefable como el el preseodimio o el ununcuadio.

Una esperanza vana: diorama de mis sentimientos, sus negativas mangan eso que me mantiene vivo, quiero entrar en tu lio, que me cobres un simple beso, sólo pido lo que os mio.

Me curio las heridas, no quiero ser un plomo, ni un cerio a la izquierda, ni cornudo como un torio o un renio. No miro atrás, nunca dubnio, naufrago; y mercurio las heridas en un litio de whisky con hielo. Ya no aguanto, vivo de verdad o muero; no quiero seguir con la descorazonadora rutenio de siempre.



Y ahora dime lo que quieras, pero nunca, bajo ningún concepto, se te ocurra volver a insinuar que no existe química entre nosotros.


Imagen: Atomic love, de Sandy Skoglund

Por cierto, el recital de "Se llamaba Pandora" nos salió a pedir de boca. Quien quiera verlo, o simplemente tenga curiosidad por conocer nuestros caretos, aquí tiene el vídeo completo: http://www.youtube.com/watch?v=uashfIZuIHI

6/2/13

Las cosas que no se ven

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Algunas veces no es por el amor. Tampoco por el sexo. Es simplemente por el contacto físico, por alejarse un instante de la soledad, por notar un poco de calor humano en este mísero océano de icebergs azules y trasatlánticos naufragados.

En esta ocasión, fue ella quien se estrelló conmigo en un vagón del metro de Madrid. Pidió ayuda al aire y ahí estaba yo, de forma fortuita e inexplicable. Cerré el libro. Ella llevaba su bastón de invidente en la mano derecha, así que me coloqué a su izquierda. En cuanto se abriesen las puertas debía guiarla hasta las escaleras a través del torrente humano;  y si alguien se atreviese a tocarla, se las tendría que ver conmigo.

Es todo por el contacto. Una conversación ligera e intrascendente. No mira hacia mí cuando hablamos y resulta extraño, un poco incómodo. Me coge del brazo. Instintivamente se lo paso por detrás de la espalda como hago con cualquier persona que necesita ayuda para caminar; pero obviamente esa no es la clase de apoyo que ella necesita. Se muestra incómoda, no dice nada, pero un minúsculo gesto lo delata, y aparto la mano. Camina velozmente. Al principio es una sorpresa, y es casi ella la que tiene que tirar de mí, hasta que reacciono y le igualo el ritmo. Evito milagrosamente dos choques con personas de delante. No sé si va tan rápido porque tiene prisa o se siente incómoda por el hecho de haber tenido que pedir ayuda. Hasta mucho después no se me pasa por la cabeza que haya podido ser por culpa de mi inoportuno brazo, y para entonces ya no recuerdo si comenzamos a caminar antes o después de que lo hiciese.

Me dijo que solo hasta las escaleras. Cuando estamos llegando le insisto en que puedo llevarla más lejos sin problemas, pero lo rechaza educadamente. No lo había dicho por quedar bien, era cierto que me gustaba estar así con ella; tal vez si se lo hubiera dicho así en vez de “no me importa” lo hubiese aceptado. Tal vez lo hubiese malinterpretado.

Horas después, a pesar del ajetreo, aún me quedaba la sensación de que había sido un contacto leve, pero especialmente sensible, delicadamente sensible. Siempre me he quedado con esa sensación cada una de las pocas veces que he coincidido con un invidente. Aun quitando el hecho de que todo lo que voy a decir a continuación probablemente solo sea producto de ideas estúpidas y algún que otro prejuicio, la verdad es que me gustaría unir lazos con una chica ciega.

Me gustaría hablar con ella, aprender a desentrañar su forma de aprehender el mundo, qué cosas da naturalmente por hechas, qué es lo que yo doy por hecho por el simple motivo de poder ver, que no debería. En un mundo donde prima lo visual y lo superficial, cómo se mueve, cómo nada en una sociedad donde todo es apariencia y la apariencia es pura imagen. Estamos tan sobresaturados visualmente... En parte imagino lo de ser ciego como algo parecido a saber que todo el mundo conoce un secreto que nadie puede contarte.

Quizá ella sea menos hipócrita, sin arrastrar ese complejo de “los demás me están mirando” que obliga a sobreactuarlo todo. ¿Se enamorará igual que nosotros? Tal vez tenga menos prejuicios, tal vez sufra más por no poder ver a quien ama, tal vez comprenda que si viese sería tan superficial como todos los demás y quizá nunca se fijaría en esa persona especial del mismo modo que la puede fijar en su interior ahora.

Después de eso, haríamos el amor durante horas. Trato de imaginar cómo sería para una persona cuya sensibilidad kinestésica está muy por encima de la de cualquier otro ser humano, una persona para la que cada caricia, cada beso valen mucho más que para ti o para mí. Alguien para quien ningún roce pasa inadvertido, ningún movimiento es insignificante. Para alguien mínimamente empático la experiencia a su lado debe ser sublimadora. Tan sensible, delicado, delicioso, etéreo en cierto modo, como si ella estuviese hecha de aire, y asirla con firmeza, pero sin pasarse de fuerza para no romper nada. Y respirarla profundamente, sabiendo la confianza que deposita en ti al permitirte, a ti que ni siquiera te ha podido ver la cara y aun así se entrega. Con suavidad, con delicadeza, con pasión contenida que poco a poco se libera. Con la luz totalmente apagada para ser un poco más como ella, para entrar en su mundo de oído, tacto, gusto y olfato. Hipersensibilidad a flor de piel. Agarrar, ahora un poco más violento y ver que hasta el más leve cambio tiene su respuesta. Lujuria tierna, ignota, envolvente, como olas de electricidad invisible. Cada roce con escalofríos, como un beso de mariposa en la periferia del alma, como un susurro, y besar, tocar avariciosamente, acariciar cada centímetro de piel para que no haya una sola parcelita que se quede sin el exquisito trato, que no te sienta, que no te descubra, que no se quede con una impresión de ti. Convertir el óbice en súmmum. Y sentir el vello que se eriza, sin verlo, y tú camuflado en sus sentidos, cada vez más hipersensible, más ciego, más instintivo.

Pero no es por el amor, ni siquiera es por el sexo. Es todo por el contacto físico.



Imagen de aquí.

Este domingo 10 de febrero, a las 20:00 en el bar "La Cueva del Bolero" de Madrid, haremos la primera y tal vez única puesta en escena del recital "Se llamaba Pandora". Toda la información en el blog de Se llamaba Pandora. ¡Os esperamos!