22/5/13

El Hijo de Puta


Todo el mundo conoce a El Hijo de Puta en el I.E.S. Mariano José de Larra. El Hijo de Puta nunca puede pasar desapercibido. Cuando El Hijo de Puta camina por un pasillo, siempre escucha cuchicheos a sus espaldas. El Hijo de Puta es perfectamente consciente de su apodo, El Hijo de Puta se sabe odiado. Sin embargo, El Hijo de Puta no termina de comprender por qué razón el hecho de que su madre esté dispuesta a hacer cualquier cosa, a vender literalmente su cuerpo para salir adelante, les convierte a ambos en objeto de burla y escarnio. No comprende por qué el hecho de tener una madre que, tras la pérdida de su trabajo y la huida del padre, se las ha arreglado para conservar el piso, tener un plato siempre en la mesa y garantizar su educación, es visto como algo negativo, una razón para ser mirado por encima del hombro desde pequeño, para los “no juegues con ese niño”, para los insultos, la marginación y las palizas.

El Hijo de Puta es el objetivo fácil. El Hijo de Puta es empujado en los pasillos. Las cosas del Hijo de Puta son tiradas al suelo. Hasta el más pardillo sabe que si tiene problemas de popularidad, nada más fácil que meterse con El Hijo de Puta. El Hijo de Puta es escupido en la cara, golpeado en el recreo, hecho morder el polvo y pateado en el estómago. Una gran desventaja táctica de ser El Hijo de Puta es que él prácticamente no conoce a nadie, pero todos saben quién es él.

El Hijo de Puta conoce, por otro lado, la historia de Marco. Marco había sido desde niño un chaval callado, pacífico. Cuando se metían con él, simplemente trataba de escurrir el bulto y evitar el enfrentamiento. Su estrategia no había sido demasiado efectiva a la hora de librarse de más de un puñetazo, pero al menos conseguía eludir las peleas. Sin embargo, en su casa estaban especialmente encabezonados a hacerle cambiar de táctica a una esencialmente más agresiva. Especialmente su madre, quien tenía la recalcitrante obsesión de que si el cambio no se producía rápida y radicalmente, su hijo caería en una espiral que le llevaría a ser constantemente humillado y vilipendiado, y que acabaría por garantizarle únicamente trabajos de bajo perfil de los que sería constantemente despedido. Así, Marco se cruzaba con la violencia de un ambiente hostil tanto en el colegio como en su propia casa, sin tener vía de escape ni relajación posible. Ante esto, El Hijo de Puta solía hacer balance de su propia suerte, preguntándose quién era más hijo de puta de los dos.

Cabe recalcar que El Hijo de Puta es consciente de la lucha de su madre y sus esfuerzos, y por tanto, ecuánime en cuanto a que no la culpa de sus propios problemas sociales, como es relativamente común en estos casos. Aun así, existe un visible distanciamiento por parte de El Hijo de Puta hacia su madre, que, como hemos dicho, no está motivado por el resentimiento, pero que en realidad tampoco lo está por un intento de evitarle culpabilidad a base de ocultar su situación. Por otra parte, esto sería un intento inútil, ya que en el día a día, su madre recibe suficientes indicios para saber perfectamente lo que le ocurre a su hijo.

Una tarde como cualquier otra, a la salida del I.E.S. Mariano José de Larra, El Hijo de Puta camina hacia su casa cavilando: hay un momento en la vida en el que es necesario elegir entre la resignación y el odio. En ese momento escucha un grito que carga su nombre —Entendemos, su apodo; El Hijo de Puta hace años que carece de nombre—. La primera pedrada se clava puntiaguda en el dorso de la mano, que se abre como atenazada por una descarga eléctrica. Son piedras pequeñas, al principio, y dirigidas contra el cuerpo; hasta que alguno, arropado por la seguridad que otorga la superioridad numérica, se envalentona y dirige contra su cara un pedazo de adoquín del tamaño de un puño. El impacto fractura el pómulo y golpea parcialmente en su sien. El Hijo de Puta pierde el sentido durante unos segundos, tal vez durante su caída al suelo, tal vez justo después de ésta. Pero eso no es importante; lo que cuenta ahora es que la lluvia de piedras incrementa en tamaño y en intensidad, y el que todavía sigue tirando piedras pequeñas, lo hace a puñados.
Ahora mismo El Hijo de Puta siente menos dolor que impotencia, y menos impotencia que la que sintió el día que al llegar a casa se encontró a su madre sollozando con el ojo morado y el labio partido, y bajo ninguna circunstancia ella le quiso decir el aspecto del cliente que había hecho aquello. El Hijo de Puta pasó la noche abrazando a La Puta, sabiendo que no era posible denunciar y que, por tanto, llevarla a un médico era también una mala idea. La otra cosa en la que pensaba, mientras cambiaba la bolsa de hielo para su madre, era en el cuchillo que hay en el segundo cajón de la cocina.

Una vez que los matones se han ido, a El Hijo de Puta aún le cuesta un rato levantarse. Se queda varios minutos tendido en el suelo, respirando pesadamente, sin encontrar un motivo tangible para alzarse, pero tampoco para lo contrario. Al final reúne fuerzas. Su camiseta está manchada de sangre, lágrimas y barro, por lo que no tiene con qué limpiarse el barro, lágrimas y sangre de su cara. Le duele todo el cuerpo, pero no es su primera paliza, así que decide no ir al hospital, al menos de momento. Camina pesadamente en dirección hacia su casa. Vive cerca, pero el trayecto se hace eterno. Cuando entra, la puerta de la habitación de su madre está cerrada. Toma unos antiinflamatorios en la cocina, coge una bolsa de hielo y entra en su cuarto procurando mantener al mínimo su nivel de ruido. Se tumba, se coloca los cascos, y pone la música a tope, en un intento de ahogar con ella el sonido de los golpes del cabecero de la cama de su madre contra la pared.


Imagen de ~BulletForRevenge

Disclaimer: El nombre del instituto ha sido escogido, en cierto modo, como un pequeño homenaje al escritor, y no hace referencia a, ni esta basado en ningún centro educativo real.


12 comentarios:

  1. Con tu post han venido a visitarme una tristeza e impotencia impresionantes...Es un texto tristemente bello Eshe.

    Un abrazo

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  2. Los niños suelen ser muy crueles.
    (Y otras formas de exculparnos, de lo que hicimos, lo que hacemos, y lo que haremos)

    Salud!

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  3. Este es uno de esos relatos crudos que te dejan sin palabras...

    Gran y trepidante narración. Triste historia por otro lado.

    Curioso que lo único que me saliera en muchos párrafos fuera "serán hijos de puta..."

    Abrazos helmano.

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  4. Yo esperaba que se rebelase contra todo y todos, pero supongo que en la vida real se destruyen demasiados sueños, y esta historia viene a rebelarnos que, al final, la injusticia y la cobardía son armas de destrucción masiva.

    Cuídate.

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  5. Gran texto ehse, me ha recordado a episodios de mi infancia en los que era golpeado por sacar buenas notas y ser lo suficientemente enclenque.

    Un abrazo!!!

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  6. me gustan las letras de tus sentimientos

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  7. Por suerte crecerá y acabará siendo un buen tipo. Su madre le está enseñando bien.

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  8. Ehse, qué relato más crudo y que real. El fuerte, o el débil que va en pandilla traicionera, siempre arremete contrA el débil. El acoso escolar, por múltiples causas, es un problema terrible que se ha apoderado de esta sociedad intolerante e insolidaria. Pero quizás tenía razón la madre de Marco: a veces hay que plantar cara para que cesen las humillaciones, aunque de todas formas te partan la cara, o el alma.

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  9. Y después de esto, al malvado le seguiremos llamando "hijodeputa" como si la maldad y la prostitución tuvieran algo que ver.

    Es demoledor. Gran trabajo, como siempre.

    Y un abrazo

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  10. Muy pero que muy bueno. Contundente, como las palizas que él se lleva, como un puñetazo en el estómago, de esos que te hacen subir la bilis hasta el esófago. Y el personaje de la madre... bravo.
    Un abrazo.

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  11. Muestras una realidad que pocas veces se ve o se entiende, pero que está ahí cruel y dramática.

    Es un texto cuidado, cautivador y a la vez trepidante.

    Contiene un realismo con el que veo que no has tenido la tentación de acabarlo bien, sino como es la vida.

    Un abrazo

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  12. Triste y demasiado real. Y ahora, por si fuera poco, en esta sociedad 2.0 los "hijos de puta" no tienen ni un segundo de descanso.

    Un saludo!

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