10/4/13

El juego de los solecismos


Desde lo alto de su torre blanca, a cientos de metros sobre el suelo, Clara, asomada a su blanco balcón, contempla el mundo. No deja de ser sorprendente que desde su distinguida posición decida, de cuando en cuando, doblar todo lo largo de su mirada de ojos cristalinos, para dedicarla un segundo a la sombra de los que estamos abajo; dejando caer, de cuando en cuando, alguna paloma mensajera blanca, que me visita con intenciones mucho más amables que el, de otra forma esperado, cagarse encima.

Desde luego, soy consciente de que el hecho de que un pobre paria como yo caiga en las garras del amor de una dama como ella no deja de ser un error; desde los puntos de vista social y pragmático como poco. Sin embargo es uno de esos errores que yo no he elegido. En ningún momento he ido buscando tropezar con esta piedra, ha sido la piedra quien ha venido volando hacia mí y tras una hábil llave me ha dejado tirado en el suelo. Por tanto no me siento especialmente culpable o incómodo con este error, todo lo contrario, lo veo sencillamente como una parte de mí, otro de mis apéndices involuntarios, de los bagajes con los que cargo, o por los que me dejo llevar.

Dada la desacertada naturaleza de este sentimiento, es más que evidente que cualquier intento de declaración abierta por mi parte queda automáticamente restringido. Tal atrevimiento tan solo generaría un trastorno que involucraría a su familia y todas las redes que esta comporta, del que yo saldría gravemente perjudicado, y es altamente probable que ella también.

Sin embargo, siendo hábiles, no hay nada que me impida valerme precisamente de la naturaleza errónea de este asunto y convertirme en un pequeño agente del caos, un vulgar tahúr, y jugar —porque en realidad, lamentablemente esto no es más que un simple juego—, jugar, como decía, al juego de los solecismos.

Este juego es sencillo en sus reglas, pero sumamente estimulante. Consiste en disimular pequeñas insinuaciones, camuflándolas como errores léxico-gramaticales; como un sigiloso contrabandista de emociones. Cuanto más sutil sea, mejor. La primera vez fue en una carta, una de tantas, cuando en respuesta a una de sus preguntas me salió solo, como una revelación inconsciente, un “me gustas mucho el teatro”. Rápidamente me di cuenta de lo que el azar había creado, y las posibilidades que ello ofrecía se materializaron en mi mente mucho más rápido que el instinto por borrar mi vergonzosa falta.

Después de eso, comenzaría a llegar un solecismo en cada carta. Mejor cuanto más sutil, como ya he indicado, no necesariamente por seguridad, pues la idea de que yo era un patán que ni siquiera era capaz de escribir correctamente constituía una barrera lo suficientemente sólida como para ocultar mis aleves intenciones ante los protectores de mi dama, sino por pura diversión, por sacarle todo el partido posible al juego. “Nada en el mundo me gusta más que tú habilidad para darle la vuelta a las cosas”. Así, resultaba más estimulante una letra que una palabra, una coma que un hipérbaton, una polisemia que una tilde.

Ella nunca respondió o hizo mención alguna en sus cartas a mi juego de los solecismos. Y eso que nada me hubiera gustado más que comprobar que ella era aún mejor que yo, ser ganado en mi propio terreno. Elevarlo a la categoría de competición, de duelo donde —como en la vida— el que más gana es el que mejor falla. “¿Qué es lo que más te gusta, cuando bes arte en galerías?” (y entre ese “bes” y ese “arte” había una distancia cien veces calculada y mil veces medida, aquella que fuese la mínima posible, sin acercarse demasiado).

Algunas veces, hastiado de su vil silencio ante mis insinuaciones, me volvía un poco más soez, y soltaba un arriesgado “te tengo ganas de verte”. Pero por lo general esto no ocurría. Tenía la delicada intuición de que cada partida, cada jugada, resultaría más impactante cuanto más desapercibida pudiese pasar. Y así era, así me dejaba llevar por el juego de los solecismos, sin saber muy bien lo que buscaba con él. Sin ser más que una faceta más del irracional ideal que sentía por ella. Un error voluntario al fin y al cabo, una cadena de estos errores más bien, y, como tales, carecían de planes, de principios y de toda matemática.

Y, hablando de matemáticas, me despido. Besos, coma catorce.





Por cierto, Se llamaba Pandora vuelve a la carga con un relato de una serie que formará el epílogo. Puede leerse aquí. Además aún no puedo adelantar nada, pero se acercan grandes novedades...

11 comentarios:

  1. Siendo un juego bien llevado puede resultar interesante a la par que ingenioso. Aunque supongo que frustrante si la otra parte nunca llega a darse por enterada de las cosas. Ahora entiendo esos trueques de palabras que tan a menudo nos dispensas :-)

    Abrazos helmanazo.

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  2. Un juego divertido y muy sugerente...Las insinuaciones y las sutilezas pueden resultar ser un juego altamente peligroso, tal vez por eso ella prefirió no darse por enterada...No todos nos manejamos de la misma manera ante los peligros y no siempre estamos preparados para ver peligrar determinados aspectos, situaciones o circunstancias...

    Un abrazo Ehse, estupenda entrada.

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  3. Los juegos de palabras, y todos los recursos literarios que ponemos en el terreno de juego de la seducción, nos traicionan a la más mínima y nos sale un inconsciente soberanamente torpe, a veces....

    Saludos Ehse, ingenio y mucha ironía.

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  4. Un juego que puede ser peligroso. ¿Quizá ella se dió cuenta de que en realidad te quería, pero no sabía hasta que punto estabas dispuesta a llegar? Quizá te ganó en tu propio terreno, tratando de ver cual era tu límite, y su paciencia.

    Cuídate.

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  5. Me identifico con este texto demasiado pero sin duda, el párrafo clave para mí es éste:

    "Desde luego, soy consciente de que el hecho de que un pobre paria como yo caiga en las garras del amor de una dama como ella no deja de ser un error; desde los puntos de vista social y pragmático como poco. Sin embargo es uno de esos errores que yo no he elegido. En ningún momento he ido buscando tropezar con esta piedra, ha sido la piedra quien ha venido volando hacia mí y tras una hábil llave me ha dejado tirado en el suelo. Por tanto no me siento especialmente culpable o incómodo con este error, todo lo contrario, lo veo sencillamente como una parte de mí, otro de mis apéndices involuntarios, de los bagajes con los que cargo, o por los que me dejo llevar".

    Un besote!!

    PD: ¿Novedades?? No puedes hacer eso y luego dejarnos así.

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  6. "Besos, coma catorce", enorme.
    Gran texto Ehse, muy original, y si cierto del todo, a medias, o para nada, no dejan de ser cosas que pasan. Y como cosas que pasan, en su momento, pasadas y superadas estarán
    Un abrazo :)

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  7. Siempre he dicho que me encantan los juegos de palabras. Quizás jugar con ellas es un mero entretenimiento pero para quienes trabajamos con ellas cada una es una pieza única e intransferible.

    No sé si la historia será real pero creo que si lo fuera, ella sí que daría cuenta. Ese Bes arte, hace tanto daño a la vista que releer se vuelve inevitable. Supongo que la continuación de la historia de la clave para entender si surtió efecto la jugada.

    Un saludo!

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  8. Hola!! Acabamos de encontrar tu blog y te seguimos desde ahora! :D Ojalá que también te guste nuestro espacio!! Un abrazo fuerte! :) www.melodiasporescrito.com

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  9. ¡Cuánto me hubiera gustado saber qué pensaba ella!

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  10. me parecen divertidos esos juegos de palabras. Son ingeniosos y revelan una sutil inteligencia. Me apena el chico...debería ser mas valiente y decir lo que sentía por ella (:

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  11. Por su contumaz cotidianeidad
    Te mando mi nominación al Liebster Blog Award. Sola hay que pinchar en el enlace:http://elcandilbajolassbanas.blogspot.com.

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