6/2/13

Las cosas que no se ven



Algunas veces no es por el amor. Tampoco por el sexo. Es simplemente por el contacto físico, por alejarse un instante de la soledad, por notar un poco de calor humano en este mísero océano de icebergs azules y trasatlánticos naufragados.

En esta ocasión, fue ella quien se estrelló conmigo en un vagón del metro de Madrid. Pidió ayuda al aire y ahí estaba yo, de forma fortuita e inexplicable. Cerré el libro. Ella llevaba su bastón de invidente en la mano derecha, así que me coloqué a su izquierda. En cuanto se abriesen las puertas debía guiarla hasta las escaleras a través del torrente humano;  y si alguien se atreviese a tocarla, se las tendría que ver conmigo.

Es todo por el contacto. Una conversación ligera e intrascendente. No mira hacia mí cuando hablamos y resulta extraño, un poco incómodo. Me coge del brazo. Instintivamente se lo paso por detrás de la espalda como hago con cualquier persona que necesita ayuda para caminar; pero obviamente esa no es la clase de apoyo que ella necesita. Se muestra incómoda, no dice nada, pero un minúsculo gesto lo delata, y aparto la mano. Camina velozmente. Al principio es una sorpresa, y es casi ella la que tiene que tirar de mí, hasta que reacciono y le igualo el ritmo. Evito milagrosamente dos choques con personas de delante. No sé si va tan rápido porque tiene prisa o se siente incómoda por el hecho de haber tenido que pedir ayuda. Hasta mucho después no se me pasa por la cabeza que haya podido ser por culpa de mi inoportuno brazo, y para entonces ya no recuerdo si comenzamos a caminar antes o después de que lo hiciese.

Me dijo que solo hasta las escaleras. Cuando estamos llegando le insisto en que puedo llevarla más lejos sin problemas, pero lo rechaza educadamente. No lo había dicho por quedar bien, era cierto que me gustaba estar así con ella; tal vez si se lo hubiera dicho así en vez de “no me importa” lo hubiese aceptado. Tal vez lo hubiese malinterpretado.

Horas después, a pesar del ajetreo, aún me quedaba la sensación de que había sido un contacto leve, pero especialmente sensible, delicadamente sensible. Siempre me he quedado con esa sensación cada una de las pocas veces que he coincidido con un invidente. Aun quitando el hecho de que todo lo que voy a decir a continuación probablemente solo sea producto de ideas estúpidas y algún que otro prejuicio, la verdad es que me gustaría unir lazos con una chica ciega.

Me gustaría hablar con ella, aprender a desentrañar su forma de aprehender el mundo, qué cosas da naturalmente por hechas, qué es lo que yo doy por hecho por el simple motivo de poder ver, que no debería. En un mundo donde prima lo visual y lo superficial, cómo se mueve, cómo nada en una sociedad donde todo es apariencia y la apariencia es pura imagen. Estamos tan sobresaturados visualmente... En parte imagino lo de ser ciego como algo parecido a saber que todo el mundo conoce un secreto que nadie puede contarte.

Quizá ella sea menos hipócrita, sin arrastrar ese complejo de “los demás me están mirando” que obliga a sobreactuarlo todo. ¿Se enamorará igual que nosotros? Tal vez tenga menos prejuicios, tal vez sufra más por no poder ver a quien ama, tal vez comprenda que si viese sería tan superficial como todos los demás y quizá nunca se fijaría en esa persona especial del mismo modo que la puede fijar en su interior ahora.

Después de eso, haríamos el amor durante horas. Trato de imaginar cómo sería para una persona cuya sensibilidad kinestésica está muy por encima de la de cualquier otro ser humano, una persona para la que cada caricia, cada beso valen mucho más que para ti o para mí. Alguien para quien ningún roce pasa inadvertido, ningún movimiento es insignificante. Para alguien mínimamente empático la experiencia a su lado debe ser sublimadora. Tan sensible, delicado, delicioso, etéreo en cierto modo, como si ella estuviese hecha de aire, y asirla con firmeza, pero sin pasarse de fuerza para no romper nada. Y respirarla profundamente, sabiendo la confianza que deposita en ti al permitirte, a ti que ni siquiera te ha podido ver la cara y aun así se entrega. Con suavidad, con delicadeza, con pasión contenida que poco a poco se libera. Con la luz totalmente apagada para ser un poco más como ella, para entrar en su mundo de oído, tacto, gusto y olfato. Hipersensibilidad a flor de piel. Agarrar, ahora un poco más violento y ver que hasta el más leve cambio tiene su respuesta. Lujuria tierna, ignota, envolvente, como olas de electricidad invisible. Cada roce con escalofríos, como un beso de mariposa en la periferia del alma, como un susurro, y besar, tocar avariciosamente, acariciar cada centímetro de piel para que no haya una sola parcelita que se quede sin el exquisito trato, que no te sienta, que no te descubra, que no se quede con una impresión de ti. Convertir el óbice en súmmum. Y sentir el vello que se eriza, sin verlo, y tú camuflado en sus sentidos, cada vez más hipersensible, más ciego, más instintivo.

Pero no es por el amor, ni siquiera es por el sexo. Es todo por el contacto físico.



Imagen de aquí.

Este domingo 10 de febrero, a las 20:00 en el bar "La Cueva del Bolero" de Madrid, haremos la primera y tal vez única puesta en escena del recital "Se llamaba Pandora". Toda la información en el blog de Se llamaba Pandora. ¡Os esperamos!

10 comentarios:

  1. Pues este relato se ve muy bien. Por un momento te planteas cómo sería el mundo sin poder ver, sólo sintiendo a través del tacto, del oído o del gusto. Pude dibujar cada escena.

    A esta guerra no se le ve fin, es lo que tiene volver a inspirarse leyendo cada vez que me quedo huérfano de ideas.

    Hala, abrazos. Te veo el dominguero sobre el escenario.

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  2. ¡Qué bueno Eshe! Un relato que te deja un sabor de boca agridulce, como si todo tuviese más importancia por un momento. Me ha encantado la forma de escribirlo.

    Cuídate.

    p.d.: Mar lo ha leído antes que yo y me ha obligado a leerlo rápido. Eso es que a ella también le ha gustado mucho.

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  3. No es por el amor, se die en el texto, pero el amor se refleja línea tras línea.

    Ni si quiera por el sexo, pero está patente.

    Frase tras frase, párrafo tras párrafo se relata el verdadero deseo de amar y ser amado. Es un canto al amor aunque no se vea, porque la visión no es importante en estos casos, o ¿Sí?

    Perfecto, no se me ocurre otra palabra, es un texto perfecto.

    Un abrazo
    Jesús

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  4. Se siente la sensibilidad de tus letras, como las plumas rozando mi piel. Sensual, sensible, reflexivo, empático, un relato encantador.

    Besos.

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  5. La mirada del otro no es igual para un vidente que para un invidente...Tu entrada está llena de sensibilidad y sensualidad, me ha encantado Eshe...
    Buena suerte este fin de semana con " Se llamaba Pandora", suerte a todos.

    Un abrazo

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  6. Nunca me había planteado cada palabra que escribes en esta entrada. Nunca me había parado a pensar lo que significa el contacto físico para una persona para la cual ese quinto sentido es su primero.

    Anonada me hallo. No puedo decir más.

    Un besote!

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  7. Me ha gustado, unas reflexiones muy interesantes. Aunque lo que hayas dicho sea fruto de "ideas estúpidas", como tú dices, te ha quedado un texto lleno de ideas bonitas.
    Un abrazo.

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  8. Leo esta entrada tarde, pero me alegro, porque ahora puedo poner cara y voz a este impecable texto. Me ha parecido marvilloso. Muchas mujeres invidentes o no, necesitarían a alguien que les hiciera sentir especiales, como tu lo consigues en esta entrada. Un abrazo muy fuerte.

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  9. Qué historia tan buena, tan sensible, tan leve. Desde luego debe ser diferente, pero no por el sexo, ni por el amor, sólo por el contacto.

    Un abrazo

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  10. No me lo había planteado nunca... Me ha encantado la manera de contarlo, de sentirlo, de tocarlo...

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