23/12/12

Algunas nociones de supervivencia forestal



Ella se pasea alegremente con su pequeña mochila a la espalda, yo la sigo a varios metros de distancia cargando todos sus trastos. Apenas puedo respirar, más que eso, lo que hago es succionar el aire hacia mis pulmones, y soy consciente de que en mi espalda, bajo la mochila, se ha ido formando un pegajoso mar de sudor caliente y salado. Aun así sigo caminando. Trato de hacerlo como un ser humano corriente, pero no puedo evitar acabar arrastrando los pies. Pienso que igual no ha sido tan buena idea venir con ella al campo, pero al fin y al cabo es la mejor manera, así una gran parte del problema se soluciona solo.

Las ramitas secas del suelo chasquean a nuestro paso, una mariposa blanca se cruza una y otra vez en mi camino, zigzagueando ante mis narices, como riéndose de que no podría alcanzarla aunque lo intentase. Algo hace ruido metálico en mi mochila. De vez en cuando una piña se desprende de uno de los inmensos árboles y golpea el suelo con fuerza. Pienso que si una de esas te cayese en la cabeza te dejaba seco seguro.

Estoy sudando por todos los poros de mi cuerpo, recibiendo el sol en el cogote a pesar de que intento caminar por la sombra. Encima ella no para de decirme que me apresure, que me estoy rezagando. Llevamos bastante recorrido y nos hemos adentrado mucho en la espesura del bosque. Aquí, lejos de toda civilización, los árboles son aún más altos, el aroma más profundo y más natural, el cigarro que llevo media hora soñando con fumarme sería un sacrilegio. Le digo que es un buen lugar para parar a comer, y así hacemos un descanso y aligeramos algo de peso. Ella se gira y sonríe. Su larga melena castaña se funde con la corteza de los árboles, sus ojitos azules observan inquietos, pero su expresión es relajada, casi pizpireta. Tiene una belleza natural, mimetizándose con el bosque, como si su esencia hubiese decidido hacerse mujer para sonreírme desde ahí. Cometí un terrible error al casarme con ella.

Ella comienza a sacar comida de las mochilas. Yo arrastro con dificultad mis pies hasta una roca donde sentarme y comienzo a beber agua a grandes tragos. Creo que no había estado tan cansado en toda mi vida, y me cuesta un buen rato hasta que consigo recuperar el resuello, pero no consigo retomar el pulso, que sigue irrefrenablemente disparado; y no consigo retomar el pulso porque sé qué es lo que voy a hacer a continuación.

Ella viene a donde estoy yo y me acerca un bocadillo. Critica mi mala forma física y se va con el suyo brincando por los alrededores, dándole pequeños mordiscos, disfrutando de la naturaleza. No le vale con contemplarla, tiene que moverse por ella, a través de ella, para sentirla como es debido, alejarse de la civilización, del estrés y del mundo, como una ninfa, dulce, inocente, sencilla. Otro piñazo cae súbitamente de uno de los árboles a no muchos metros de nosotros y hace que todo retumbe.

El amor es un sentimiento complicado. Tal vez hemos sido nosotros, y con nosotros me refiero a todo el conjunto de seres humanos, los que lo hemos hecho así. No debería serlo. Debería ser algo mucho más libre, algo mágico, algo por lo que mereciese la pena vivir y morir, pero de algún modo lo hemos convertido en costumbre, hemos hecho que deje de ser especial. Hace demasiado que un “te quiero” ya no significa nada, tal vez desde la institucionalización del “quiero un móvil nuevo”, o “quiero comer algo”. Del mismo modo decimos “quiero a esa persona”, pero tal vez la quiera solo ahora, como capricho, como la quiero para mí y no por ella. Personalmente, sé que en tan solo unos años, nosotros, y con nosotros me refiero a ella y yo, hemos ido arrugando y deformando la idea del amor como un papel quemándose hasta convertirse en cenizas.

Dicen que del amor al odio apenas hay un paso, no estoy para nada de acuerdo, y el hecho de que yo ahora mismo la odie probablemente signifique que en realidad nunca la he amado.

Las manos me siguen temblando un poco. Apenas he sido capaz de tocar el bocadillo, me pasa cuando siento algún tipo de emoción fuerte, soy incapaz de comer absolutamente nada. Ella sigue por ahí distraída, a su aire, a sus árboles y a sus matojos; este es el momento, por mucho que trate de retrasarlo.

De la mochila saco una pala pequeña, lentamente, aún intento retrasarlo todo lo posible. La doble función de la pala es obvia; lo único que falta soy yo, que no me flaquee el pulso en el último momento. Voy caminando, acercándome hacia ella, procurando no pensar en esto; sé que si lo hiciese me cagaría encima. Cuando estoy a dos metros de ella, se da la vuelta y me mira con sonrisa divertida, el pelo se le cruza deliciosamente por delante de los ojos; así es más fácil, es como si no me estuviese mirando. Descargo con fuerza un palazo sobre el lateral de su frente. No ha dado tiempo a que le cambie la cara, no ha sabido lo que se le venía encima. Su cuerpo se desploma sobre el suelo. Ha sido un golpe limpio, sin sangre, eso es bueno, no dejar pruebas. Ahora debería empezar a cavar un hoyo, o darle otro palazo para asegurarme, pero por alguna razón ese segundo golpe me cuesta mucho más que el primero.  Quizá podría comprobar si tiene pulso.

Cuando voy a agacharme, siento un golpe seco en mi cabeza como si retumbase el mundo. No noto cómo caigo al suelo, pero sé que lo hago pesadamente. Todo se queda en silencio, tengo la visión borrosa, aun así distingo una piña rodando junto a mi cabeza. Detrás está ella totalmente inmóvil. Me toco el lugar donde he recibido el golpe y lo noto empapado. Deseo que sea sudor, pero cuando miro mi mano la veo completamente roja, chorreando. Me arrastro como puedo hacia la mochila, tal vez encuentre algo con lo que tapar la hemorragia. Me muevo torpemente, cualquier esfuerzo parece sobrehumano, todo se mueve a mi alrededor, las formas son cambiantes, se van volviendo blancas. Siento náuseas, pero en lugar de vomitar, cierro los ojos.


En el primer informe de la policía, que ya se está traspasando a la prensa, dicen que un hombre que estaba paseando a sus perros en las inmediaciones de su pueblo encontró en un claro del bosque a un hombre y una mujer muertos. Él parecía haber opuesto algo de resistencia, ella probablemente había muerto en el acto. No había signos de terceras personas. Aparentemente,  ella le golpeó a él con la pala hasta matarlo. La muerte de ella es más complicada, hay quien dice que se suicidó, hay quien dice que se desmayó y se golpeó contra una roca, un policía joven sugiere que podría habérsele caído una piña en la cabeza que la matase, pero todos descartan la idea por absurda. Habrá que esperar a los resultados de la autopsia.

Días después, en el funeral, hay tres hombres llorando desconsoladamente a los que la familia y amigos de ninguno de los dos difuntos son capaces de reconocer. Dos de ellos eran los amantes de ella. El otro era el amante de él.



10 comentarios:

  1. ¡Hay que ver como nos complicamos la vida!
    En fin, el ser humano es complicado y perverso, a pesar de todo....

    Mis mejores deseos para el 2013

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  2. Si te digo que se me han pasado por la cabeza mil explicaciones diferentes por cada párrafo, que no he sido capaz de adivinar el final y que me ha sorprendido y encantado al mismo tiempo.

    Creo que, además de descubrirte en esta nueva etapa, envidio tus títulos. Sencillamente son ocurrentes y geniales.

    Cuídate Ehse.

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  3. Un texto sorprendente que desde luego me lleva a plantearme la complicación de nuestras existencias,¿tal vez no sabemos ni nunca sabremos amar?...Bonita y profunda historia Ehse.

    Un abrazo

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  4. Al principio de este año lei un libro de Roald Dahl: "Relatos de lo inesperado". Por algún motivo este relato me recordó en forma y contenido a ese libro, lo cual es bueno, porque el libro me gustó y sólo suelo acordarme de lo que me gusta.

    Reconozco que me ha sorprendido el final, supuse algo obvio y por tanto supuse mal.

    Jode reconocerlo (porque estamos en guerra) pero he disfrutado con el relato. Coincido con Ladrón: eres un genio de los títulos.

    ¡Salud!

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  5. Me ha encantado.

    Entiendes muy bien los sentimientos humanos y saber plasmarlos con habilidad.

    Gracias por compartirlo.

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  6. Muy Poeiano -¿se dirá así?-. Se veía que la mataba fijo. El final, sorprendente.

    Un abrazo

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  7. ¡Madre mía! La verdad que me he quedado sin palabras. Siempre tocar este tema es complicado, pero has conseguido configurar un relato magistral, donde la tensión se mantiene hasta el final.

    ¡Enhorabuena!

    Un besote!

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  8. He imaginado ser yo en ese bosque idílico, tan feliz, tan enamorada....
    Y me he estremecido al sentirme morir. Todas las muertes son incomprensibles, pero algunas son absurdas, inimaginables.
    Me encantan las historias que me sorprenden al final y me mantienen en tensión.
    Imagino un impactante corto con esta entrada.Y conozco a alguien que quizá lo tenga en cuenta......ya hablaremos.
    Un abrazo enorme.

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    1. Pues ni se me había pasado por la cabeza la posibilidad de un corto, ¡pero la idea me encanta!
      Cuando sepas algo ya sabes donde estoy :)

      Un abrazo!

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  9. Muy bueno, conviertes una escena más o menos idílica en toda una sangría. Las piñas le estuvieron avisando todo el camino, pero no supo leer las señales. Por cierto, el toque final me ha arrancado una sonrisa, sobre todo el amante de él.
    Un abrazo.

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